La Mujer Perfecta


La Mujer Perfecta

La Mujer Perfecta. Nasrudín conversaba con sus amigos en la casa de té y les contaba como había emprendido un largo viaje para encontrar a la mujer perfecta con quién casarse. Les decía:

- Viajé a Bagdad, después de un tiempo encontré a una mujer formidable, atenta, inteligente, culta de una gran personalidad. La Mujer Perfecta

Dijeron sus amigos:
- ¿Por qué no te casaste con ella?
- No era completa, -respondió Nasrudín-, después fui a El Cairo, allí conocí a otra mujer ciertamente fabulosa; hermosa, sensible, delicada, cariñosa.
- ¿Por qué no te casaste con ella?, dijeron los amigos. La Mujer Perfecta
- No era completa -respondió nuevamente Nasrudín-, entonces me fui a Samarcanda allí por fin encontré a las mujer de mis sueños; ingeniosa y creativa, hermosa e inteligente, sensible, culta, delicada y espiritual.
- ¿Por qué no te casaste con ella? -insistieron sus amigos. La Mujer Perfecta
- Pues saben por qué, ella también buscaba a un hombre perfecto.

Maestro: Al aceptar que eres perfecto, al aceptar que todos somos perfectos tal como somos … ya no habrá necesidad de buscar la perfección lejos.

La Mujer Perfecta

Fuente: tradicional Sufí

Hércules y la montaña


Hércules y la montaña

Hércules y la montaña. Cuando Hércules era un joven de delicado rostro que tenía la vida por delante, salió una mañana para cumplir con un encargo de su padrastro. Pero su corazón estaba lleno de amargos pensamientos, y renegaba porque otros, que no eran mejores que él, llevaban una vida cómoda y placentera, mientras que su vida estaba cargada de trabajo y dolor. Hércules y la montaña

Mientras pensaba en esto, llegó a un lugar donde cruzaban dos caminos, y se detuvo sin saber cuál tomar. El camino de la derecha era accidentado y tosco. No tenía belleza, pero Hércules vio que conducía directamente hacia las azules montañas de la lejanía. El camino de la izquierda era ancho y despejado; a ambos lados tenía árboles donde cantaba un coro de aves, y serpeaba entre verdes vegas donde florecían las más bellas flores. Pero terminaba en la niebla y la bruma, sin llegar a las maravillosas y azules montañas.

Mientras el joven meditaba su decisión, vio que dos bellas mujeres se le acercaban, cada cual por un camino. La que venía por el camino florido llegó primero, y Hércules vio que era hermosa como un día de verano. Tenía mejillas sonrosadas y ojos resplandecientes, y hablaba con palabras cálidas y persuasivas. Hércules y la montaña

-Oh noble joven –dijo-, no te sometas más al trabajo y los esfuerzos. Sígueme y te conduciré por sendas amenas donde no hay tormentas que te perturben ni problemas que te fastidien. Vivirás cómodamente, en una ronda incesante de música y alegría, y no te faltará nada que alegre la vida: ni chispeante vino, ni mullidos divanes, ni ricas túnicas, ni los adoradores ojos de bellas doncellas. Ven conmigo, y la vida será como una ensoñación.

Para entonces la otra mujer se había acercado, y también le habló. Hércules y la montaña

-No tengo nada para prometerte -dijo-, salvo aquello que ganarás con tu propia fuerza. El camino por el cual te conduciré es irregular y escabroso, y trepa por muchas colinas y desciende en muchos valles y hondonadas. Los paisajes que verás desde las cimas a veces serán majestuosos e imponentes, pero los profundos valles son oscuros, y el ascenso desde ellos es trabajoso. No obstante, ese camino conduce hasta las azules montañas de inmortal fama, las cuales divisas a lo lejos. No puedes llegar a ellas sin esfuerzo; más aún, no hay nada que valga la pena tener que no se deba ganar mediante el trabajo. Si deseas flores y frutos, debes plantarlos y cuidarlos; si deseas el amor de tu prójimo, debes amarlo y sufrir por él; si deseas gozar del favor del cielo, debes hacerte digno de él; si ansías la fama eterna, no debes desdeñar el duro camino que a ella conduce. Hércules y la montaña

Hércules vio que esta dama, aunque era tan bella como la otra, tenía un semblante puro y gentil, como el cielo en una cálida mañana de mayo.

-¿Cómo te llamas? –preguntó.

-Algunos me llaman Trabajo –respondió ella-, pero otros me llaman Virtud.

Hércules se volvió hacia la primera dama.

-¿Y cuál es tu nombre? –preguntó.

-Algunos me llaman Placer –dijo ella, con una sonrisa seductora-, pero prefiero hacerme llamar Dicha y Alegría. Hércules y la montaña

-Virtud –dijo Hércules-, te escojo como guía. Mío será el camino del trabajo y del esfuerzo, y mi corazón ya no albergará amargura ni descontento. Y apoyó su mano en la mano de Virtud, y entró con ella en el recto y temible camino hacia las bellas montañas azules del lejano horizonte.

James Baldwin


Hércules y la montaña

Sopa de piedras


Sopa de piedras

Sopa de piedras. En la edad media llega  a un pequeño pueblo un hombre hambriento, y cansado después de un largo viaje.

Caminó  las dos cuadras que conformaban el pueblo sin encontrar en donde comer o quien le ofreciera algo para cenar.

Nadie quería compartir comida con el extraño.

Este manteniendo su entusiasmo, se ubicó en lugar en la calle en donde lo veían la mayoría de los pobladores. Sopa de piedras

Tomó unos trozos de leña y como si hiciera un ritual armó una fogata, dejó que el fuego prendiera con vigor y se dirigió a la casa más cercana, en la que en la ventana una señora de mediana edad curiosa observaba al viajero.

Buenas señora - le dijo el hombre a la señora  - yo no vengo a pedir comida, vengo a compartir.

¡Además le enseñaré a quien quiera a cocinar la más deliciosa sopa de piedras que nadie nunca haya comido!

¿Sopa de piedras? respondió la señora , entre aséptica e interesada -  ¿Cómo es eso ?

Bueno todo lo que necesito es una olla y un poco de agua -  Le dijo el viajero-

La señora le entregó lo que pedía, el hombre agradeció y caminó hacia su hoguera que continuaba ardiendo y puso la olla y el agua sobre el fuego.

Venga señora le mostraré algo que no olvidará - dijo el hombre con entusiasmo, y buscó cuatro piedras que eligió entre varias, las miró de nuevo como si buscara algo en especial. Sopa de piedras

Sacó un poco de agua de la olla, lavó las piedras, las miró de nuevo una a una y las puso con cuidado dentro de la olla.

Esto, ante la mirada atónita no solo de la dueña de la olla sino de otros vecinos que se fueron reuniendo en torno al fuego.

¿Quieres compartir de mi sopa de piedras? -  Le dijo el viajero a uno de los curiosos.

- Entonces no te quedes ahí mirando y  trae una cebolla -

Y tú - Le dijo a otro - Si no quieres perderte de esta delicia trae un poco de carne.

Y tú - señaló a otra mujer, trae unas papas.

Así que cada uno fue trayendo lo que tenía o le habían pedido.

Al poco tiempo todos comenzaron a conversar entusiastas entre sí  y pronto el olor de una deliciosa sopa alegró las narices y luego los paladares de todos  que disfrutaron no solo la sopa de piedras, sino la receta para compartir y crear un equipo donde todos parecían apáticos.

Poco después el viajero partió discreto al siguiente pueblo…

Lo que no puede hacer una sola persona, lo pueden fácilmente hacer varios.

El trabajo en equipo no depende de los demás, depende de tu actitud para trabajar y crear equipo con otros, con quien en vez de quejarte podrías construir más equipo.


Sopa de piedras